Matías Bosch.

Si a esta altura y con tanto acceso a libros e información, alguien cree que educar para la equidad (la que sea) es “enseñar a los niños a ser homosexuales”, no sólo es ignorante, sino que desconoce la Constitución dominicana y las bases de la civilización moderna.

La equidad y la justicia son las bases de la paz. No se trata de enseñar a nadie qué tiene que ser, sino enseñar a respetar y a tratar como seres humanos a todos los demás. Lo contrario es el salvajismo y el atropello, el totalitarismo y el fundamentalismo impuesto. De eso ya estamos hartos y tenemos de más.

Hay quienes aplauden la educación vial y la educación financiera, pero la educación en el autocuidado y el cuidado mutuo ante la violencia, en el ejercicio de la libertad individual y la paz,en el respeto por sí mismo y por la dignidad les parece “horripilante” ¿Cómo se explica?.

Prefieren callar en lugar de educar ante las violaciones, el bullying o hostigamiento, el acoso, los feminicidios, los suicidios, la violencia contra niños y niñas, los escándalos de pedofilia, la injusta desigualdad salarial y de poder entre seres humanos sólo por su sexo.

Quienes queremos una República Dominicana civilizada, de paz, que avance, que progrese y que incluya a todos y todas, sin exclusiones ni abusos, tenemos el deber ético e histórico de propugnar por una educación y unas instituciones que EN TODO garanticen la imprescindible equidad humana.

Cuando se forjó la independencia definitiva, Hostos y Salomé empujaron una educación para la equidad, y el ejercicio de los derechos y deberes de los ciudadanos libres. No podemos hacer menos que eso en el siglo XXI, creando una educación para la democracia, la responsabilidad, la ciudadanía plena y la paz.

La opción de vida la debe decidir cada quién, junto a su familia y los seres importantes en su vida. La escuela debe enseñar a pensar y a convivir, en respeto, solidaridad, tolerancia, equidad y paz. El trujillato debe quedar atrás y la escuela tiene un rol fundamental. La era del autoritarismo debe terminar.

Opongámonos a la ideologización e instrumentalización política de la cuestión educativa. La escuela dominicana y su calidad la ha luchado el pueblo, nunca los retrógrados. Este es el pueblo de las Hermanas Mirabal, Hostos, Salomé y Ercilia, no de Trujillo.

La violencia, el sufrimiento y la desigualdad injusta que sufren millones de vidas en esta tierra, y el derecho a un país mejor, más humano, solidario y en paz, no deberían ser juguetes de nadie para hacer política. Merecemos la mejor educación del mundo. Por ella hemos luchado. Quienes quieran que la gente no aprenda a pensar por sí misma, que no ejerza su libertad ni su soberanía personal de acuerdo con sus valores, y que sean sólo peones obedientes que no aprendan a convivir en respeto y paz, que lo digan con toda claridad.