Al día de hoy es más que evidente que el caudillismo político dominicano esta en bancarrota y que consciente de esa realidad, la cabeza más visible de esa concepción política, Leonel Fernández, va de derrota en derrota, pero quiere hacer aparentar que camina de victoria en victoria.
Lo que Leonel no puede demostrar en fuerza política, trata de aparentarlo con un ruido mediático ensordecedor que se expresa a través de las publicaciones impresas, digitales, televisivas, programas de panel, pero sobre todo, redes sociales.
El expresidente sabe que perdió su liderazgo en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) desde que dejó de repartir “los sobresitos”, los decretos y de asignar los “barriles” de los legisladores, entre otras formas de gobernar propias de caudillos que quieren permanecer en el poder mientras vivan.
A lo largo de los últimos dos años se mantuvo “culebreando” en el PLD tratando de dormir a Danilo Medina para que lo dejara pasar como candidato, ignorando, como lo escribí yo numerosas veces, que el danilismo jamás aceptaría el regreso de Leonel al poder aunque para impedirlo tuviese que impulsar una reforma constitucional para habilitar la reelección.
Confiado Leonel en que “el PLD irá unido a las elecciones y las ganará en primera vuelta”, le llegó el día de las primarias abiertas para escoger al candidato presidencial peledeísta y en ellas cayó derrotado por Gonzalo Castillo, íntimo de Danilo, quien desde entonces ostenta la candidatura presidencial peledeísta.
Pero como los caudillos no conciben las derrotas, salió a gritar que lo engañaron, que le robaron sus votos mediante trucos electrónicos al sistema de votación y transmisión, lo cual nunca pudo demostrar, y por el contrario, la auditoría que se hizo reflejó que todo operó normal. ¡Una derrota vergonzante y punto!
Esa fue la primera de tres caídas que deben terminar con su carrera política, quiera él o no. La segunda caída iba a ser propinada el pasado domingo cuando se volviera “sal y agua” su canto de sirena acerca de que “la Fuerza del Pueblo ganará las elecciones municipales y también las presidenciales y legislativas de mayo”, como estuvo pregonando en las últimas manifestaciones de campaña de la semana pasada.
Consciente de que en el beisbol el bateador se poncha con tres “strikes”, el sector de Leonel, con conexiones históricas con gran parte del personal técnico de la Junta Central Electoral (JCE) optó por darle un pelotazo al árbitro electoral para tratar de impedir que las elecciones municipales se convirtieran en el segundo “strike” sin bola, o lo que es lo mismo, la segunda de tres caídas mortales.
Eso es tan evidente que desde las primarias de octubre hasta mediados de este mes de febrero, el principal estandarte de campaña del leonelismo fue, es y será, desacreditar a la JCE, en lugar de salir a conseguir votos para derrotar al PLD y al Partido Revolucionario Moderno (PRM).
En el afán “estratégico” de que no le cuenten los votos de las elecciones municipales para que no se materialice la segunda caída y se ponga en evidencia la escualidez de sus “fuerzas”, Leonel y sus adheridos las han torpedeado impunemente –hasta ahora- y han incitado a gente bien intencionada, pero víctima de la más grande ingenuidad, a montar protestas precisamente contra la JCE y para darle aquiescencia al caudillismo que la trata de desacreditar.
Los escenarios
Aunque todos los partidos que compiten en las elecciones acordaron con la JCE que ante el sabotaje infligido al sistema de votación electrónico con el que el 62% de los electores ejercerían el sufragio, había que posponer las elecciones y la Junta así lo hizo, desde que se conoció la noticia, la “oposición” salió a pedir la renuncia de todos los jueces y de sus suplentes.
¿Y qué políticos son esos? Llegan a un acuerdo con la JCE, la JCE lo ejecuta y salen de ahí a desacreditar a sus jueces y a lanzar protestas contra el órgano electoral para presionar su renuncia, pero lanzando la piedra y escondiendo la mano.
Ni siquiera la mafia actúa ante terceros con tanta simulación y perfidia.
Ante el pedido de renuncia de los jueces, que lo hizo formalmente el señor Antún, presidente del Partido Reformista que postula a Leonel para la Presidencia, con el único objetivo de mantener una votación superior al 5% para continuar recibiendo el financiamiento del Estado, la JCE reaccionó convocando a las elecciones municipales extraordinarias para el 15 de marzo.
Falta saber ahora qué hará el leonelismo para que no le cuenten los votos o le canten el segundo “strike”, esta vez con boleta manual, como él quería, y a la que nadie se oponía aunque se reconocía que el sistema electrónico era el ideal.
¿Mantendrán a los “caballitos valientes que le ponen la carga y no la sienten” protestando frente a la sede de la JCE o van a ir a las plazas a buscar a los ciudadanos para que vayan a votar el 15 de marzo por sus candidatos municipales?
Aunque este miércoles todos los partidos volvieron a “concertar” con la JCE la operatividad de las elecciones de marzo, ¿seguirá el frente leonelista cuestionando a todos los jueces, incluso llamando terrorista al doctor Castaños Guzmán, para volver a alegar fraude y evitar que le cuenten los votos y quede en evidencia lo que realmente representa en el electorado nacional? Ganas no les faltaran a algunos cabezones con el radiador del cerebro dañado y por tanto en constante sobrecalentamiento verbal, pero ese sería el suicidio colectivo porque todo parece indicar que el PLD-Gobierno se va a las calles a buscar los votos para concurrir a las elecciones y muy probablemente ganar la mayoría de las alcaldías, incluso las más importantes del país. Veo que la “oposición” (que solo quiere subir para hacer más de lo mismo y al servicio de los mismos amos del mundo) está convocando a una manifestación “en defensa de la democracia” para el domingo, que concluirá ante la sede de la JCE.
Ese tipo de marcha caería muy bien si fuera para promover sus candidatos para las elecciones de marzo y quitarle el poder municipal al PLD voto a voto, pero carece de sentido si es para seguir presionando a la JCE “para que no le cuenten los votos” y caer derrotados.
La derrota de ese tipo de políticos y sus políticas tácticas se puede prolongar con artimañas, pero resultará inevitable.
Y después de la segunda caída, la que sigue es la tercera, que viene con certeza para limpiar el camino a las nuevas generaciones, aunque no vengan con un programa progresista porque sus partidos no lo son y sus intereses personales no los van a traicionar.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!