EPÍSTOLA: SOY CULPABLE

Vanidad de vanidades, todo es vanidad; dijo un sabio corazón. Hoy, delante de vosotros mis jueces… Permítome no apelar. A sabiendas que soy la acusada y mi defendida… Permítome dejar de sostener un silencio absurdo que me carcome el alma.

Os aclaro que he sopesado a profundidad mis palabras siguientes, en innumerables ocasiones. segura estoy, que descifrarlo fue más complejo que el dilema de Hamlet. Pero estoy aquí, delante de vosotros, sin necesidad de testigos; más que el Eterno y que vosotros mismos. Os confieso: SOY CULPABLE.

Culpable por ser veneno a flor de piel. Culpable por amar, aun si no fuese amada. Culpable por creer en una gleba ignara. Culpable por emprender un vuelo igual o más alto que el de Juan Salvador Gaviota. Culpable soy, ¡Sí! Por creer fielmente que una mujer, que una joven, una adolescente, una niña… es mucho más que una muñeca de plástico. Culpable soy por profesar que un hombre no es hombre debido al número de papeletas en su bolsillo, los números en positivo de su cuenta bancaria, ni por cuántas mujeres tiene y ha tenido, pero mucho menos, por cuántos corazones ha herido. Culpable de ayudar a que me ayuden a ayudar. Certeramente, CULPABLE SOY.

¿Que estoy demente? Hahahaha, sí… Me lo han dicho.  Sobre todo, por intentar y seguir intentando secuestrar hacia la luz a los hombres de la caverna, que reposan entre las páginas de una República: La República de Platón.

¡Oh, Duarte! Ahora comprendo aquellas palabras que expresó, y hoy también suplico al duendo Eterno que me colme de salud y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón… conspiran en contra de la salud de nuestro pueblo.

Esposadme, ¡Llevadme en cautiverio! Os lo he dicho y lo retengo, SOY CULPABLE. ¿cadena perpetua? Es posible, ¿callad entre escombros? Muy sencillo, ¿a la horca por fanatismo? Es un poco menos mal. Vanidad, ¡uf! Es una daga más punzante que el puñal.

Pero la verdad es que no he mentido ni robado tanto, al menos no lo suficiente como para merecer un menor castigo; porque hasta un zorro lo sabe… Que solo con el corazón se puede ver bien, lo demás es invisible ante los ojos.

Bueno, tomaré el cáliz con sabor a ajenjo, mientras me confundo entre mis versos y me disipo en el silencio que ahora no calla, yéndome lentamente… ¡Eso sí, sin que escuchen las cadenas! Porque la libertad y la verdad, no pesan.