ENSEÑAR ES UN ARTE QUE APASIONA

Por: Ysabel Fabré de Morel

A partir del mismo título de esta entrega se deja ver que sustento el criterio que enseñar es una tarea que además que implica transferencia de conocimientos, también significa  apasionamiento. Lo cual equivale decir que todos los maestros que vivimos del arte de la enseñanza, dicha tarea nos genera una profunda sensación de satisfacción al extremo, que casi bordea una emoción de tipo espiritual y carácter maternal.  Por tal razón, cuando un maestro ama lo que hace, experimenta a través de la enseñanza, que al recibir el alumno ávido de conocimientos, sabe que experimenta las expectativas de sus estudiantes  como si fuera a través de un cristal oscuro envuelto en la sombra de su vida aún por explorar y examinar y que por efecto tiene que pulir.

Los buenos docentes, exploran en consecuencia, las características esenciales desde sus primeros pasos y tejen el porvenir de los alumnos a fin de que ellos mismos puedan construir su propio mundo desde su infancia. Por tanto cabe decir, que desde los primeros años que un maestro experimenta el ejercicio sagrado de enseñar en cualquiera de las áreas dentro del marco de una asignatura o una carrera hará de asumir un ejercicio práctico de que se trata de un arte, que el de enseñar. Por lo tanto, comparten un fuerte sentido de identidad y empatía alumno-maestro que son parte intrínseca de esa relación, por lo que las conexiones que logran los buenos maestros no se realizan en sus métodos, sino en sus corazones, donde el intelecto y el espíritu convergen en el yo como humano.

  • Enseñar no puede reducirse a una técnica o una noticia.

Enseñar es tener el coraje de mantener el corazón justo en ese momento, en lo que se le pide, algo así como algo más de lo que es capaz soportar; de modo, que los tres elementos: El maestro, los alumnos y el tema, puedan entrelazarse en el contenido y el tejido del proceso-enseñanza aprendizaje y el propio tejido de la comunidad como parte la propia exigencia que la vida le reclaman.

Si enseñar no se reduce a una técnica es una noticia preocupante, por una parte, pero, no deja de ser una buena noticia porque no se necesita sufrir con aburrimiento que muchos de nosotros experimentamos en nuestro rol de maestros, cuando lo que debemos sentir es la más sublime satisfacción por nuestro estelar papel de forjadores de la patria.

Como paradoja, decimos que, cuando la enseñanza se enfoca como una cuestión, o cuando no tenemos consejos críticos formativos, o no expresamos profundidad en lo que enseñamos, sería como comerse una buena comida sin condimentos. El buen enseñar entonces, procede de la identidad del docente y las habilidades para conectar con los alumnos y con el tema, mismo que depende del método que se utiliza y el grado en que se conoce la identidad personal y estar abierto al servicio del aprendizaje aun como docente.

A veces, muchos maestros se distancian del tema y dejar volar la imaginación del alumno sin controles. Sin embargo, no es que sea pernicioso, sino que sería un buen ejercicio que compartan o transfieran sus rasgos distintivitos, o en otra palabra, sentido de la identidad personal para tener la capacidad de conectarse con sus alumnos e identificar su imaginación y descubrir su entusiasmo por la asignatura.

Para crecer como maestro tenemos que hacer algo distinto a lo que nos tienen acostumbrados en la cultura académica. Debemos por efecto, interactuar experiencias y proporcional nuestra vida interior, en otra palabra el alma y la pasión de la enseñanza, lo que cual por más arriesgado que no nos resulte en nuestra profesión podría ser un refugio en lo técnico, abstracto y lo distante. (…)

  • Algunos académicos insisten en el tema:

No resulta extraño, de que académicos piensan que el tema es lo prioritario, y nunca piensan en un segundo plano en los comentarios y actitudes de los alumnos, cuando comparten experiencias personales en la clase, y solo consideran que deben buscar una terapista porque nada tiene que ver con la clase, por lo tanto, me atrevo a decir, que el maestro que no quiere identificarse con el alumno, sólo se limita a sus potenciales. Por lo tanto, el tema no lo es todo, también falta empatía y armonizar el proceso de enseñanza en aspecto vivenciales que también son buenos insumos para la enseñanza.